Entrevista a Bea Espejo

Probablemente la troupe de la sección de arte de El Cultural sea una de las mayores referencias en la divulgación de la crítica de arte en este país. Saben equilibrar la presencia en las redes sociales con el rigor del contenido de su publicación, están allí para acercarse a posibles lectores sin que su presencia se limite a la publicidad, y cuando lo hacen, cuando nos recuerdan que El Cultural ya está en los quioscos, lo hacen con tal gracia que ni el mismísimo Don Draper en Mad Men. Habituados estamos a que Bea Espejo juegue con los tweets para recordarnos que no sólo online sino también en papel se puede leer crítica de arte. Hemos querido entrevistarla para comprender más de cerca su trabajo, sobre cómo se forma un crítico de arte y qué cambios supone la presencia de los blogs y las redes sociales en todo ello.  

Para empezar cuéntanos un poco cómo has llegado a ser crítica de arte, ¿tenías claro que querías enfocar tu carrera hacia aquí?
El camino ha sido bastante intuitivo. Empecé estudiando historia del arte en la Universidad de Barcelona. Aunque vivo ahora en Madrid, nací en Vilanova i la Geltrú, y en Barcelona fue donde amplié estudios y empezó mi carrera profesional. Siempre mantuve un interés por las diversas etapas de la historia del arte, aunque se multiplicó al entrar en la más contemporánea, en la históricamente hacía apenas nada. Aunque me fascinó mucho más ser consciente del trabajo en arte a mucha menos distancia, a tiempo real, conocer la historia que camina contigo. La crítica me empezó a interesar entonces, por ser una herramienta de análisis y pensamiento, que te permite acortar o ensanchar distancias y por ser un lugar que te lleva a otros lugares. También por su capacidad de plantear preguntas y de ensayar respuestas.

¿Qué formación seguiste para ello?
Tras acabar la carrera, decidí hacer un máster de Crítica de arte y Comunicación en la Universidad de Gerona, dirigido por Xavier Antich, quien, tiempo después, me abrió la puerta para escribir en el Cultura/s de La Vanguardia. Durante años fue una escuela increíble, la de aprender sobre la marcha. Empecé a publicar en 2002, año en que entré a trabajar también en la galería Estrany-de la Mota, donde aprendí mucho sobre otros terrenos del sistema del arte, toda esa parte de la recámara que no se ve como espectador: desde la parte creativa del artista a la parte más comercial del arte. Fueron unos años llenos de actividad: escribía en El Cultura/s, también para catálogos, trabajaba en una galería, comisariaba exposiciones... En julio de 2007 vino un cambio de ciudad, Madrid, con voluntad de ampliar horizontes y, algo más tarde El Cultural, en el que llevo trabajando ahora cuatro años y medio y donde la práctica de la crítica de arte se ha convertido en mi mayor campo de acción.

El Cultural. Foto: via Bea Espejo

Escribes para el suplemento cultural de un periódico, ¿cómo funciona la selección de los temas o las exposiciones sobre las que vas a escribir?
En El Cultural todo funciona con diálogo y consenso. Como responsable de la sección de arte yo misma propongo los temas, que se discuten y se valoran conjuntamente con el resto del equipo. La inmensa mayoría salen adelante aunque los que no, no desaparecen sin más. A mí me gusta pensarlos como temas “en reposo”, como el ordenador que no apagas del todo porque vas a seguir trabajando con él. De repente se cruza otro asunto que los conecta de nuevo.

Tus críticas a menudo nos informan de la escena del arte emergente, de nuevos espacios alternativos, de coleccionismo joven ¿qué temas son los que más te interesan dentro de la escena del arte contemporáneo?
Me interesa la idea de mapeo, de mirada de radar, la diversidad de enfoques y modelos de trabajo en el arte y cómo se relacionan unos con otros, sean proyectos o artistas de una generación u otra... Aunque lo emergente o lo joven es un caso de estudio interesante. Primero, generacionalmente hablando, por las empatías que se crean entre una misma generación de artistas, galeristas, gestores, críticos, comisarios o coleccionistas y lo que ese motor empático es capaz de generar. Hablo, sobre todo, de un capital afectivo que en el trabajo en arte está generando nuevas dinámicas. Aunque la mirada a la escena más joven me interesa también para analizar y estudiar lo que deja al descubierto: un alto nivel de precariedad y un agujero negro cuando pensamos en una proyección profesional a medio y largo plazo.

En el momento de escribir una crítica, ¿tienes presente al público que va a visitar la exposición, es decir, te pones en el papel del que te va a leer?
Cuando escribes, sea lo que sea, siempre hay que pensar en el perfil del lector al que va dirigido y en el tipo de escritura que cada medio reclama. No es lo mismo un texto para un catálogo que uno para en un suplemento cultural, aunque ambos entren en la esfera de la crítica. En El Cultural, por ejemplo, el lector es muy amplio. Abarca desde el profesional más especializado al que no está especialmente cercano al mundo del arte. En ambos pienso cuando escribo, en poder despertarle el interés tanto de uno como de otro. ¿Cómo? Pues es una búsqueda constante… Abrir bastante el foco de estudio ayuda: analizar el máximo posible qué lecturas ha habido sobre un tema o una artista para ver que otro enfoque o punto de vista puedes aportar. Es como un juego de objetivos, casi al modo fotográfico: jugar con “la profundidad de campo” para generar contexto, cercanía, y a la vez ir más allá.

Bea Espejo. Foto: Goyo Villasevil

¿Qué críticos de arte son una referencia para ti, a quién lees?
Leo muchos formatos diferentes, muchas revistas de papel, porque me interesa mucho la edición en papel, como las clásicas Artforum o Frieze pero también Mousse, por ejemplo, y nuevos formatos que buscan otras fórmulas de comunicación, como El Espacio Mental, un proyecto editorial convertido en su segundo número en radio o el proyecto e-flux, la plataforma de distribución de información artística en la red más importante que desde e-fluxJournal ofrece un nuevo espacio apostando por el texto de arte. Más allá, hay muchos a los que me gusta leer, entre ellos Miguel Ángel Hernández, Peio Aguirre, Martí Manen, Manuel Segade, Alberto Sánchez Balmisa, Javier Hontoria, Montse Badia, Max Andrews, Adrian Searle... Y me dejo muchos.

¿Hasta qué punto la relación del crítico de arte con la galería, el artista, el comisario, inevitablemente estrecha y directa, condiciona el resultado de la crítica?
Condiciona en la medida en que dejes que te condicione. No debería hacerlo. Las relaciones humanas y afectivas son inevitables, pero más allá hay que crear distancia. Una distancia personal y una distancia crítica.

En los países anglosajones existe un modo de hablar de cultura y de consumirla mucho más desacomplejada y dirigida a un público no especialista que la asume como parte de su cotidianidad. En España, creo que todavía se percibe como algo elitista y distante, ¿qué crees que falta para que esto no sea así y efectivamente el interés y la comprensión hacia la cultura contemporánea sea más generalizada?
Apostar por la cultura como algo completamente prioritario y necesario, lo que en realidad es. Y ahí el Estado tiene un papel fundamental. Además, hacer que funcione un gran trabajo en cadena donde todos tenemos algo de responsabilidad: desde apostar por una escritura menos barroca y más directa, que se entienda, a fomentar la lectura de ésta en la esfera pública; desde una educación artística de calidad a una filantropía como un valor cultural. Muchas veces no es cuestión de crear cosas de cero sino de canalizarlas bien.

Espacio de trabajo de Bea Espejo en El Cultural.  Foto: via Bea Espejo

Tal vez para alcanzar nuevas audiencias sea necesario experimentar con otras formas de comunicar y crear contenido, ¿cómo percibes las redes sociales en ese sentido?
Las percibo como un campo de pruebas, exactamente como dices, como un lugar donde ensayar otras formas de comunicación. Es tan importante lo que dices que cómo lo dices y dónde lo dices, y las redes sociales ahí te dan mucha cancha. Aportan inmediatez y una onda expansiva y afectiva que difícilmente se crea en otros contextos, o no tan rápido como puede generarse aquí. Aunque hay algo de vertiginoso: la sobre exposición es total y es difícil controlar la repercusión que puede llegar a tener lo que comunicas. En cualquier caso es un buen medio para canalizar contenidos. A mí particularmente de las redes sociales me interesa lo que ofrecen desde la limitación: cómo agudizar el ingenio para comunicar lo que quieres en 140 cce o en no más de tres líneas. Te ves obligado sí o sí a ir al grano. A lanzar el mensaje pensando en dar en el centro de la diana.

Hablemos un poco de los blogs. En mi caso concreto el blog lo entiendo como un espacio donde inventar nuevos modos de comunicar, a la larga lo que me gustaría es hablar del sistema del arte desde un punto de vista y bajo un formato que los medios tradicionales no suelen hacer. Desde tu punto de vista, ¿qué crees que pueden aportar o qué te gustaría que aportaran?
Los blogs abren una puerta al mundo de la edición digital relacionada con el arte contemporáneo en un momento en que hay muy pocas revistas en papel sobre arte y, las que hay, están en pleno debate sobre su formato. Así pues, lo que aportan una vía de escape, un campo de posibilidades. El blog es un formato pensado como cuaderno abierto de ideas, que pueden ser lo genéricas y lo específicas que quieras. Es un altavoz desde el que decir lo que quieras. Y ahí está lo más peligroso y resbaladizo. Me parece una opción muy válida siempre que se haga con rigor y profesionalidad, como todo lo que vale la pena. El mundo de los blogs cada vez tiene más presencia en las dinámicas de información y lectura sobre arte, la visibilidad e importancia cada vez es mayor, aunque creo que todavía estamos en el inicio del “fenómeno blogger”... está arrancando, pero hay un territorio muy amplio por explorar.

El Cultural en Nueva York. Foto: via Bea Espejo

El DIY del mundo blogger o iniciativas como el Huffington Post por ejemplo, pueden provocar que el periodismo se perciba como algo que no debe ser pagado, provocando una precarización en el sector. El criterio y la profesionalidad tienen que retribuirse. ¿Crees que en un futuro se puede dar un proceso de periodismo híbrido formado por críticos especializados y free-lance no remunerados, o que en el peor de los casos esto ya sea así?
Si antes hablaba de “pros”, este sería el gran “contra”, el nivel de profesionalización que tiene el blogger. ¿Hasta qué punto se puede ganar la vida? El periodismo, como la crítica de arte, como cualquier otra actividad profesional debe retribuirse. Por supuesto que sí, por mucho que haya quien piense que en momentos como éstos es mejor publicar sin cobrar que no hacerlo. Puedo entender que valoren el capital simbólico de eso en términos de visibilidad, pero colocan al sector en un nivel aún más precario del que ya está. Y eso es un error. Creo que hay que darle la vuelta: cuando parece que la profesionalidad se diluye, apostar por ella lo más posible, hagas lo que hagas, periodismo o crítica, que no es lo mismo aunque a veces se confundan tal vez a esa variante de periodismo híbrido de la que hablas, que la hay, y que poco aporta. Ante un futuro tan incierto como el que se vislumbra, no queda otra que apostar por la calidad y hacer de ella tu fuerte.

¿Qué consejo le darías a un blogger que está aprendiendo gracias a esta plataforma pero que lo que realmente le gustaría es acabar profesionalizándose?
Le diría que el camino se hace andando, así que lo más importante es explorar y explotar todas las opciones que el blog ofrece como herramienta de comunicación y opinión. Buscar la singularidad de cada cual, ser lo más profesional posible y, sobre todo, no tener miedo a equivocarse.


Entrevista realizada vía e-mail.
Entre el 4 y el 10 de febrero de 2013.


Camila y el Arte

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