Cuando el arte se explica por sí mismo: Antoni Gaudí y Hiroshi Teshigahara

Hoy en La Contra de La Vanguardia Peter Greenaway profetizaba sobre el nacimiento de una nueva era de la imagen, donde ésta desligada del texto vivirá una autonomía jamás vista hasta el momento. Educar la mirada, saber mirar, tener la suficiente cultura visual como para no buscar la narración tras la imagen sino entender el lenguaje intrínseco que ésta contiene. También hoy, Lawrence Weiner en la rueda de prensa de su exposición en el MACBA, Escrit en el vent, ha sido más bien parco en palabras para definir su obra, él que del lenguaje hace escultura, deja que sea ella la que hable por si sola con el público, pues es en la mediación entre el uno y el otro donde surge el sentido del arte. 
Tal vez como dice Greenaway somos analfabetos visuales, desde luego las exposiciones de arte contemporáneo de los últimos años tampoco nos lo han puesto fácil, la nota de sala ha sido la brújula, la llave para entrar en el discurso expositivo, partiendo de la base que la obra en sí y por sí misma poco podía decir o comunicar a los profanos.

Soru y Hiroshi Teshigahara en Barcelona. Foto: via The Criterion Collection

¿Puede la obra de un artista explicarse por sí misma a través exclusivamente de la imagen? Por  azar, como ocurre casi siempre cuando se navega por la red, he topado con un documental del año 1984 dirigido por Hiroshi Teshigahara, un artista interesantísimo que hace dos días que conozco y no puedo dejar de investigar. Digo artista para evitar desglosar todas las disciplinas en las que trabajó, si buscáis información de él veréis que fue director de cine (de la nouvelle vague a la japonesa) pero también pintor, escultor y un sin fin de cosas más, entre ellas y de suma importancia, director del Sogetsu Art Center, una escuela de Ikebana fundada por su padre Sofu Teshigahara, que en los sesenta se convirtió en un espacio de creación y experimentación totalmente interdisciplinar. Por Sogetsu pasaron Merce Cunningham, John Cage, Yoko Ono y demás. Teshigahara (tanto padre como hijo) entendían el concepto de la obra de arte total, Gesamkunstwerk, que a los europeos nos lleva a Wagner pero cuyo concepto se haya también en el arte japonés, en la ceremonia del té sin ir más lejos. Sobre la interdisciplinariedad de las artes aprendió Teshigahara no sólo desde la cultura japonesa, sino también desde la catalana. El geni foll de Antoni Gaudí lo impactaron durante un viaje con su padre por España en los años sesenta. No es de extrañar que entrara en contacto con la obra del arquitecto y con la cultura catalana pues su padre conocía a Joan Miró y Salvador Dalí, por lo tanto sabía bien del seny i la rauxa.

En 1984 Hiroshi Teshigahara se vino a Barcelona para rodar una película sobre la obra de Gaudí, un artista que le enseñó que no había línea divisoria entre las artes, y lo que es más, que tampoco la había entre el arte y la naturaleza. Nunca antes había entendido el arte de Antoni Gaudí como lo he hecho tras mirar esta magnífica película que me explica sin palabras, sólo a través de la imagen, el legado artístico de este arquitecto en relación a la cultura que la hizo posible. Teshigahara no sólo comprende con una sensibilidad fuera de lo común el arte de Gaudí, sino que lo entiende en relación a la cultura catalana de una forma tal que no os puede dejar indiferente. El románico, la arquitectura de la Vall d'Aran, el Mediterráneo, la vida marina que contiene este mar y que se refleja en nuestros mercados, la geografía de Montserrat, Antonio Gaudí es un film revelador porque demuestra que efectivamente la imagen puede hablar por sí sola, que la palabra no es necesaria y que una banda sonora como la de Toru Takemitsu puede más que un texto crítico para hacer llegar al público general el lenguaje universal del arte.





Camila y el Arte

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