Todos los oficios tienen imágenes estereotipadas y por lo tanto sus códigos de presentación. Pongamos por ejemplo el oficio de escritor, una fotografÃa nos lo mostrará en una biblioteca, la suya, la de su casa, preferentemente poco ordenada, el autor con mirada algo miope si es que no lleva gafas sostendrá un cigarrillo en la mano, si hay una mesa frente a él seguro no falta un vaso en el que podamos prefigurarnos el whisky que a menudo acompaña su solitario trabajo, la vestimenta estará estudiadamente descuidada, si es hombre su cuerpo no delatará horas de gimnasio, a partir de cierta edad algo de barriga es bienvenida, la mujer como siempre está algo más condicionada pero tampoco puede alardear de horas ante el espejo, eso serÃa percibido como un signo de frivolidad y a la larga irÃa en detrimento a la valoración de su escritura. Todo ello responde a una escenificación, ya no sabemos si más o menos involuntaria del oficio de escritor. Asà como cuando un actor recorre la alfombra roja de los Oscar está representando un status, el de estrella de Hollywood, del mismo modo el comisario de arte contemporáneo representa el suyo, no puede sonreÃr, no debe sonreÃr porque el arte contemporáneo no hace reÃr, al menos eso parece decirnos el rictus de su rostro. No hay margen para el humor.
Massimiliano Gioni se salta el canon junto a Paolo Baratta en la presentación de la Biennale di Venezia . Foto: vÃa Artribune |
Carolyn Christov-Bakargiev recibe al público de documenta 13 con los brazos abiertos. Foto: vÃa Exibart |
Sin embargo, si le echamos un ojo a Artforum veremos que en su edición digital siempre hay un artÃculo más parecido a una sección del ¡Hola! que de otra cosa, en el que tras un evento como una feria, bienal, super inauguración o cualquier celebración artÃstica por el estilo, se reseña el dónde ha estado quién y con quién, se fotografÃan las fiestas y los eventos sociales a menudo más fundamentales para el arte (y temo para cualquier ámbito de trabajo) de lo que nos gustarÃa reconocer. En estos artÃculos no se aprende nada a nivel de arte pero sà a nivel sociológico y antropológico, aquà los comisarios aparecen más relajados, sÃ, humanos, con la copa en la mano, también algo frÃvolos para que negarlo. Me pregunto qué pasarÃa si los comisarios, crÃticos y directores de museo relajasen por un momento la expresión de sus caras en sus presentaciones ante el público a nivel institucional, si en lugar de parecer que nos reciben para ir al patÃbulo, sus caras buscasen la empatÃa de los que nada sabemos sobre arte y sin embargo nos llama la curiosidad. Si el arte es la expresión máxima de la libertad de pensamiento, de acción y de emoción, por qué quienes trabajan con él, quienes nos lo explican insisten en mostrar una imagen tan rÃgida cuando lo representan ¿y si el acortar distancias entre el arte y el público empezara por un cambio de actitud en sus mediadores? Documenta 13 fue una exposición fantástica, en caso de no haberlo sido la actitud y la expresión de su comisaria, Carolyn Christov-Bakargiev, el dÃa de su presentación hubiese dejado entrever al menos una cosa, que se lo habÃa pasado en grande organizando la muestra.